miércoles, 26 de agosto de 2009

Defensa de las mujeres, discurso XVI, fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro (1676-1764)

En grave empeño me pongo. No es ya sólo un vulgo ignorante con quien entro en la contienda: defender a todas las mujeres viene a ser lo mismo que ofender a todos los hombres, pues raro hay que no se interese en la precedencia de su sexo con desestimación del otro. A tanto se ha extendido la opinión común en vilipendio de las mujeres que apenas admite en ellas cosa buena. En lo moral las llena de defectos y en lo físico de imperfecciones; pero donde más fuerza hace es en la limitación de sus entendimientos.

Llegamos ya al batidero mayor que es la cuestión del entendimiento, en la cual yo confieso que, si no me vale la razón, no tengo mucho recurso a la autoridad; porque los autores que tocan esta materia (salvo uno u otro muy raro) están tan a favor de la opinión del vulgo que casi uniforme hablan del entendimiento de las mujeres con desprecio. A la verdad, bien pudiera responderse a la autoridad de los más de esos libros con el apólogo que a otro propósito trae el siciliano Carducio en sus diálogos sobre la pintura. Yendo de camino un hombre y un león, se les ofreció disputar quiénes eran más valientes, si los hombres, si los leones: cada uno daba la ventaja a su especie, hasta que, llegando a una fuente de muy buena estructura, advirtió el hombre que en la coronación estaba figurado en mármol un hombre haciendo pedazos a un león. Vuelto entonces a su competidor, en tono de vencedor, como quien había hallado contra él un argumento concluyente, le dijo: "Acabarás ya de desengañarte de que los hombres son más valientes que los leones, pues allí ves gemir oprimido y rendir la vida a un león debajo de los brazos de un hombre." "Bello argumento me traes- respondió sonriéndose el león-. Esa estatua otro hombre la hizo, y así no es mucho que la formase como le estaba bien a su especie. Yo te prometo que si un león la hubiera hecho, él hubiera vuelto la tortilla y plantado al león sobre el hombre, haciendo pedazos de él para su plato." Al caso: hombres fueron los que escribieron esos libros, en que se condena por muy inferior el entendimiento de las mujeres. Si mujeres los hubieran escrito, nosotros quedaríamos debajo [...]. Ni ellas ni nosotros podemos en este pleito ser jueces, porque somos partes.

[...] Estos discursos contra las mujeres son de hombres superficiales. Ven que, por lo común, no saben sino aquellos oficios caseros a que están destinadas y de aquí infieren (aun sin saber que lo infieren de aquí, pues no hacen sobre ello algún acto reflejo) que no son capaces de otra cosa. El más corto lógico sabe que de al carencia del acto a la carencia de la potencia no vale la ilación; y así, de que las mujeres no sepan más, no se infiere que no tengan talento para más. Nadie sabe más que aquella facultad que estudia, sin que de aquí se pueda colegir, sino bárbaramente, que la habilidad no se extiende a más que la aplicación. Si todos los hombres se dedicasen a la agricultura [...] de modo que no supiesen otra cosa, ¿sería esto fundamento para discurrir que no son los hombres hábiles para otra cosa? [...] Si en todo el mundo hubiera la misma costumbre, tendrían sin duda las mujeres a los hombres por inhábiles para las letras, como hoy juzgan los hombres ser inhábiles a las mujeres. Y como aquel se hace, pues procede sobre el mismo fundamento.

1 comentario:

  1. Interesant i curios, jejeje, pues si sempre es lo mateix cada epoca en lo seu, ara es diu que les dones no saben ni cuinar ni cosir un boto, pero i els homes saben penjar un cuadro o arreglar una canyeria? tot es posarse i a tot uno s'ensenya. Pero be, alla els que no veuen mes enlla dels seus nasos. ^.^

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