pues es el postrer verso que te escribo,
las últimas rimas que te misivo
sangrando la tinta de este alfabeto.
Me alejaré, por siempre, del cuarteto,
enemigo mortal y punitivo,
como tus ojos, feroz y agresivo,
y mi tumba será mi nuevo objeto.
Eres libre, como siempre lo has sido,
de ignorar y burlar lo recitado
cual si mi rota voz fuere un balido,
mas yo recogeré cuanto he cantado
y así, al tronar de mi último latido,
los versos me dejen amortajado.
Adiós.