sábado, 19 de diciembre de 2009

Carta de suicidio del señor S. Campbell - Quinta parte

El día siguiente fui a la excavación, pero no encontré al profesor por ningún sitio; arto preocupado, pregunté a T. Gilliam, pero su negativa no hizo más que hacerme creer que algo le había pasado. El profesor Balton no faltaba nunca a su trabajo, ni un día, no por nada había sido capaz de llegar a los setenta y seguir en activo.
Se me echa encima el tiempo, estoy escribiendo demasiado, cuando debería ser una carta más breve… sólo diré que le busqué por toda la excavación (ya que entonces me di cuenta de que no sabía dónde vivía) y que, tras casi todo el día tras su pista, me crucé con el hombre de la gabardina.
Ya había caído la noche y, oculto en la penumbra del ocaso, me escondí de tal forma que no me vio ni sospechó de mi presencia. El hombre, tras mirar un par de veces si alguien le seguía a la zaga, se introdujo en una grieta de una roca que, para ojos de un desconocido, hubiese pasado desapercibida. Antes de entrar, pude ver cómo pasaba por encima de algo, un bulto en el suelo.
Me acerqué con precaución, una vez desaparecido aquel hombre, y descubrí que aquel “bulto” era el cuerpo sin vida del guardia de seguridad P. Harvey. Sudoroso y asustado, busqué en su cinto y comprobé que aún llevaba la pistola, un revólver que, pese a mi nulos conocimientos de armamentística, pude certificar que tenía balas en la recamara.
No sé qué extraño sentimiento me empujó a entrar en aquel orificio ni a qué dios o santidad me encomendaba, sólo sé que lo hice. Con el revolver por delante, accedí a aquella siniestra gruta. En su interior, iluminada por dos antorchas, hallé la escena más macabra que contemplaran jamás mis ojos: el profesor B. Balton estaba atado, de pie, a una pared, con el pecho abierto y los pulmones, que aún se inflaban ligeramente, fuera del cuerpo, aunque aguantados por un pedestal ante él.
Si la escena no me había parecido lo suficientemente traumática y aberrante, junto a él estaba el hombre de la gabardina, que se había quitado el sombrero y la bufanda, dejando al descubierto sus aborrecibles rasgo, su pequeña boca y sus finas rallas allá donde debería estar la nariz, pero no eran líneas pintadas o dibujadas, sino agallas, como las de un pez. Con él, amarrado a una estatua del dios marítimo de la tablilla, había un hombre-pez, una gomosa criatura bípeda de vago aspecto humanoide e insultante a la creación humana y la cordura.
En el tiempo que tardé en asimilar todo lo que estaba viendo (¡juro que lo vi!), el hombre de la gabardina me alargó una mano con dos fetiches idénticos al que me mostrara el profesor. Enseguida lo entendí todo. Aquellos dos seres aborrecibles buscaban el fetiche desenterrado para ofrecerlo a su dios, junto con los pulmones del profesor… y ahora los míos.
Sin mirar, disparé un par de veces y salí corriendo, inconsciente de cuál había sido el resultado del tiroteo o si realmente aquello era realidad.
Y aquí estoy ahora, en la habitación del hostal, sabedor que me persiguen, estoy seguro, convencido. El hombre de la gabardina me persigue, quiere completar el ritual y para ello necesita el fetiche que me observa desde la mesa y se ríe de mí, además de mis pulmones. Necesito un respiro…
Acabo de asomarme a la ventana… ¡y le he visto! ¡El hombre de la gabardina está cerca de atraparme! ¡Le oigo subir las escaleras del hostal! No me cogerá, al menos no con vida; mis activos pulmones no le servirán para nada, porque voy a acabar con mi vida. Aún quedan dos balas en el revolver, más que suficientes…
¡Ya está aquí! ¡Golpea la puerta! ¡Adiós, mundo! ¡Adiós, cordura! ¡Adiós!
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Y hasta aquí el primer relato en humilde homenaje a maestros como Lovecraft y Poe. Espero que haya sido de agrado, tanto o más como lo ha sido para mí escribirlo.

2 comentarios:

  1. De agrado? de agrado y mas!!! A mi personalmente me ha encantado este relato, y ya quedo a la espera de muchos masssss!! jejeje

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  2. Mis felicitaciones. La verdad es que la atmósfera recuerda mucho a la de los relatos de Lovecraft.

    Solo tengo una observación que comentar (una simple errata, nada más). En la tercera parte del relato, al comienzo del párrafo quinto, donde dice: "...reconociendo la voz del profesor Campbell como una de ellas..." debería decir "profesor Balton" jeje.

    De nuevo mis felicitaciones. A ver si coincidimos más ;)

    Un saludo.

    Fer

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