Rosa, la de los Camborios,
gime sentada en su puerta,
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Romance de
Una bella flor es Rosa,
más que su hermana Clavel,
que aún so la influencia de Virgo,
siempre la sigue envidiosa
por su caminar altivo,
su mirada poderosa
y su risa de papel.
En sus manos, abanico,
un pañuelo de satén
rojo cuando mana sangre,
desde su manga, al hocico.
Recta espalda, largo cuello,
blanca cara, busto rico,
usa hiedras de sostén.
Y por mucho que le duela
no es señora, ni condesa.
Es gitana. Sí. Gitana.
Y bruja, como su abuela;
no buena, como su mare;
es malvada, es sanguijuela.
Y hermosa. Sí. Una princesa.
Rosita tiene un gitano,
es su amigo y su querer,
le canta saëtas tristes
agarrándole la mano.
Él, ardiente de deseo,
la arrastra hasta un avellano
haciéndola su mujer.
Sueña que es un olivero
siempre que hacen el amor,
comiendo su amargo fruto
por las matas de romero.
Siente dicha la avellana
por su gozo aceitunero
sin remilgos de dolor.
No tiene para comer,
solo tiene su belleza
y, a escondidas de su hermana,
de noche se deja ver
en oscuros lupanares.
Dándoles a otros placer
se alimenta su pobreza.
Zacarías, el pastor,
tiempo ha que la corteja,
y a su amigo Aceitunero
quiere robarle la flor.
Ha bebido un par de vinos,
reúne todo su valor
y le susurra a la oreja:
“Primo, sabes que en tu nombre
he alzado rojos tizones
y te quiero como hermano.
Ahora arde una pesadumbre
color de Rosa en mi pecho.
Moriría por ser su hombre,
oye a nuestros corazones”.
Aceitunero, iracundo,
lo maldice y le golpea
escupiéndole en la cara
cual si fuese un vagabundo.
“Tú ya no eres más mi primo.
Te mataré, ser inmundo,
la próxima que te vea”.
El buen gitano ofendido
deja muerto al despechado,
que, llorando, se retira
desconsolado y vahído.
Hasta que un día una moza,
piensa él que se ha perdido,
busca ansiosa a este enlutado:
“Soy hermana de
Mi nombre, amigo, es Clavel,
y de ella podría contarte
una cosa deshonrosa
con que será repudiada
y para ti, esplendorosa,
que yo me quedo con él.
Aunque mi hermana lo esconde,
sé dónde va cada día
cuando el sol cae y en las calles
ya no hay labriegos ni condes.
Ella es una meretriz
y te puedo decir dónde
está la su mancebía”.
El pastor la sigue y ve
a Rosita cortesana,
con los dos pechos bien prietos,
amagado con Clavel.
Mira alegre a la traidora:
“Ahora veo esto y sé
lo que pasará mañana”.
Aceitunero entre olivos
tiene su casa y su lecho.
Zacarías, afanoso,
le encuentra entre los nativos.
“Ven conmigo, primo, y ve
a Rosita con los vivos
dando, por dinero, techo”.
Los dos gatos escondidos
enfrente a la mancebía
vieron entrar a Rosita
a un hombre, en brazos, cogido.
Zacarías le sonríe
con los ojos encogidos:
“Primo, ya te lo decía”.
Aceitunero dispara
cuatro balas de pistola,
le responden perdigones
que le pegan en la cara.
El cliente sale huyendo,
ella, asustada, repara
que han matado a su amapola.
Su familia se ha enterado:
prostituta y repudiada.
Abandonada a su suerte,
la cabeza le han rapado.
No hay tiempo para los llantos,
la venganza la ha llamado,
retorcida y estudiada.
“En pago por mis pecados,
de éste y otros malos hechos,
para no ensuciar mi nombre
ni el de mis antepasados,
Dios, en tus manos mi muerte
llegará cuando, alarmados,
sangre mane de mis pechos”.
Culebrilla, ojos de sapo,
huevos de arpía, al caldero
y ahora mezcla, con su sangre,
las tripas de un gusarapo.
Unta ahora su mejunje en
un, hecho de lana, trapo.
el pastor caerá primero.
Llega
acusa al pastor de robo,
quien, cautivo y asustado,
solo piensa en huir.
Es al grito de “Abran fuego”
cuando su cuerpo servil
abona a los algarrobos.
Unta ahora, Rosa, el clavel:
“Tú, bastarda hermana mía,
traicionera y envidiosa,
acabarás como él.
Muerte lenta y dolorosa
por descubrir el burdel
donde no hallaba alegría”.
Y Clavel de mis amores,
que paseaba por el campo,
oyó ruidos asesinos
llegando de alrededores.
Cien perros, ni más, ni menos,
le arrancaron con dolores
las carnes sin oír su llanto.
Bruja, puta, abandonada,
huérfana de desposorios,
viaja lejos de su casa
contando a las alboradas
su historia. La historia triste
de quién después fue llamada
“Rosa, la de los Camborios”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario